Hace un siglo la especie humana no tenía ningún satélite artificial en órbita. Según David Barnhart, director del Centro de Investigación de Ingeniería Espacial de la Universidad del Sur Sur de California, a finales de 2018 había unos 17000 objetos en el espacio y al menos 2600 satélites enteros que ya no funcionan. Según la NASA, podrían ser muchos más.
Estamos llenando el espacio de deshechos de misiones espaciales, y esto nos puede salir caro. En mayo de 2019 un Falcon 9 (SpaceX) subirá 64 satélites del tirón. Es un hito, pero marca cómo la exploración espacial despega con, quizá, demasiado éxito. Necesitamos limpiar la atmósfera exterior de basura si queremos seguir explorando.
Ecología del espacio cercano a la Tierra
Elena Hamlet Nikoghosyan, investigadora asociada al Byurakan Astrophysical Observatory (BAO) ha colgado recientemente un estudio en arXiv. Según esta investigadora, necesitamos empezar a hablar de la “ecología del espacio cercano a la Tierra”. ¿El motivo? Estamos complicando considerablemente esta zona, y necesitamos clasificar los contaminantes para eliminarlos.
En 1957 se lanzó el primer satélite artificial (Sputnik 1, abajo). Como resultado, se habló del posible futuro problema de la basura espacial. Hoy sabemos que es una realidad molesta para nuevos lanzamientos. Imagina tener que disparar a un plato de feria con una nube de fragmentos cruzando continuamente.
Así son los despegues espaciales, que han de ser calculados al milímetro conociendo las trayectorias de la basura. Pero, como esta aumenta de forma exponencial, cada vez es más complicado. En 2003, el transbordador Columbia explotó durante el ascenso debido al desprendimiento de una pequeña pieza.
De momento no hemos tenido ningún accidente debido directamente a la basura espacial. Sin embargo, basta que durante un ascenso surja una colisión. Algo poco frecuente en la actualidad pero con papeletas crecientes si no hacemos nada. Además, también podrían tener serios problemas los astronautas y cosmonautas de la Estación Espacial Internacional.
La basura espacial, en aumento
Según estudios previos, como este, el número de objetos espaciales (escombros, satélites, plataformas, cuerpos de cohete…) no ha dejado de aumentar. Aunque no podemos reproducirlo aquí por copyright, en 2007 y 2009 hubo un aumento explosivo en cuanto a chatarra espacial. Es a partir de este punto que Nikoghosyan empieza a hablar de “ecología” para subdividir las contaminación.
Contaminación mecánica
Esta es la más obvia. El dato de 17000 objetos espaciales data de 2015, y la realidad será sin duda mayor. Eso supone unas 7000 toneladas pendiendo sobre nuestras cabezas como una espada de Damocles. De ellas, unas 100 caen cada año a la Tierra.
El océano (el 71% de la superficie) se lleva muchos de los impactos. También zonas despobladas. El problema con este tipo de contaminación es que apenas el 6% del total de objetos está activo. Cerca del 55% de los objetos son chatarra viajando a decenas de miles de kilómetros por hora.
Contaminación química
Según Nikoghosyan, el mayor foco de contaminación química de la atmósfera aparece durante la liberación del combustible de los cohetes. De momento no sabemos cómo estos podrían funcionar con electricidad y sin residuos químicos, como la movilidad a ras de suelo.
Por supuesto, la investigadora pone en su lugar esta contaminación. Comparada con la contaminación de superficie (climatización, movilidad, industria cárnica), la contaminación de los cohetes es irrisoria.
Contaminación magnética
La radiación de origen técnico que genera la nube de objetos en órbita es llamada “electromagnetic pollution”. Puede no parecer grave, pero lo cierto es que ya afecta a la comunicación por radio al modificar el grado de ionización del ambiente.
Contaminación radioactiva
Quizá es la que más nos asusta por su nombre. Algunos satélites hacen uso de unos pocos kilogramos (a veces ni eso) de sustancias radioactivas. Al caer de nuevo sobre la atmósfera esta puede contaminarse. Si no se quema en la reentrada, entonces lo que se contamina es el suelo. De momento es un problema menor, pero imaginemos lo que ocurriría con más satélites.
¡Que nos ven los extraterrestres!
En su estudio, Nikoghosyan establece cinco escenarios diferentes. En cuatro de ellos la contaminación de objetos de más de un centímetro de longitud no dejará de aumentar en las próximas décadas. Esto exacervará los problemas mencionados arriba, pero también generará problemas nuevos.
Según un estudio también en arXiv pero esta vez colgado por Héctor Socas-Navarro, físico solar en el Instituto de Astrofísica de Canarias, el Cinturón de Clarke de la Tierra podría ser detectado hacia 2200 si seguimos enviando satélites y basura al ritmo en que lo hacemos. Y no porque se vean desde lejos.
Cuando la Tierra pasa por delante del Sol, su brillo decrece. Si una Tierra con una “corona de satélites” hace lo propio, el brillo decrecerá de una forma particularmente característica. De modo que no solo debemos preocuparnos por la parte contaminante de la basura espacial, sino también por los efectos a largo plazo que podría tener su presencia.
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