La comida ‘eco’ (de ecológica) no es más saludable, sostenible o segura que otro tipo de comida. Un bollo industrial saturado de azúcares (naturales) producido a 5000 km de distancia puede llevar el etiquetado ecológico europeo. Esto puede resultar chocante porque, a priori, ecológico despierta sentimientos positivos y artificial negativos.
Eco es una etiqueta, un proceso, que prescinde de tecnología avanzada. ¿Es posible que tengamos cierta fobia al uso de tecnología en agricultura? Eso es lo que parece estar pasando con cultivos ecológicos frente a transgénicos. Ambas son formas artificiales de conseguir comida, pero la primera aparenta estar más cerca de nuestras raíces con la naturaleza. ¿Es esto cierto?
Algo natural no tiene por qué ser bueno
Un cultivo calificable como ecológico es aquel que ha seguido las reglas del Reglamento 834/07 de la Unión Europea. Es decir, comida que ha seguido una serie de normas estrictas con respecto a qué se puede y qué no se puede hacer para producirla. El 834/07 cae, sin embargo, en el trampantojo de pensar que algo que sea natural es mejor que algo que no lo sea.
Un ejemplo: la radiactividad del granito es natural y se desaconseja pasar muchos años en viviendas construidas con este material. El motivo es que el uranio, el torio o el radio presentes en la roca se desintegran de forma natural para convertirse en radón, un gas radioactivo relacionado con el cáncer de pulmón.
El granito es natural pero no es bueno. Con la comida es más sutil. El arroz dorado es artificial y es bueno, pero la producción ecológica prohíbe de forma expresa el uso de técnicas de transgenia para la generación de alimentos.
Sin embargo, transgénicos como el arroz dorado han demostrado su utilidad. Su código es gratuito (está liberado para toda la humanidad), requiere menos insumos como agua o fertilizante, y genera más cantidad de nutrientes.
Hoy no se puede comer sin usar tecnología
La imagen de arriba muestra un plátano macho silvestre (izquierda). Tiene pocos nutrientes y no sabe especialmente bien. A la derecha hay una fruta a la que llamamos “plátano” y que es en realidad un híbrido estéril entre la musa balbisiana y la musa acuminata. De natural tiene poco. De tecnología, mucha.
Pero es tecnología antigua, como la del maíz. ¿Cómo de natural es una especie comestible fruto de aplicar ingeniería genética durante siglos? Probablemente poca. Como el maíz (abajo), el natural plátano de supermercado se extinguirá si dejamos de trabajar en él.
Arriba observamos una brizna de teosinte, una mala hierba que, trabajada durante siglos, ha dado origen al maíz moderno. Y esto sin aplicar técnicas de edición molecular o transgenia. La tecnología de cultivo de hace varios siglos está bien vista. El cultivo mediante robots, no tanto.
‘Ecológico’ no tiene por qué ser sostenible
Largas investigaciones independientes [estudio, estudio] han analizado cultivos ecológicos y convencionales y encontrado que los primeros no son precisamente ‘eco’. Al menos no como la gente entiende el término a nivel de calle.
Es decir, no son más sostenibles que otro tipo de cultivo. De hecho, su impacto puede ser incluso mayor, aunque aún hay debate porque no todas las especies cultivadas requieren el mismo área.
¿Por qué la comida orgánica es menos sostenible? Porque necesita más área de cultivo por kilogramo. O, dicho de otra forma, el mismo área dará menos cosecha. Hasta un 34% según el estudio. Esto tiene un impacto enorme en el suelo y la biodiversidad, pero también en las emisiones de efecto invernadero.
¿Por qué el miedo a usar tecnología para alimentar a la población?
El cultivo es tecnología. La azada, los fertilizantes y abonos, el carro de tiro y el riego son tecnología. También los cruces, la hibridación, la selección de las mejores semillas. La transgenia es tecnología. Más potente, más útil, más nueva.
La diferencia entre el arado y las nuevas técnicas de cultivo radica en cómo de eficientes son. De ahí que el cultivo vertical en aeropónico con semillas transgénicas se esté perfilando como la opción medioambientalmente sostenible. También la más asequible y responsable.
Imaginemos ir al supermercado tener disponible una lechuga perfectamente saludable y con bajo impacto ambiental. Cultivada en la vertical del edificio, apenas usaría energía para el desplazamiento hasta nuestra vivienda.
Dicho todo esto, la tecnología ha seguido históricamente pasos similares en todas las ramas. Fases por las que suele pasar: miedo, prueba y aceptación masiva, en este orden. No ha habido un solo invento que no haya despertado recelos y que luego no haya sido abrazado por todos. Desde la máquina de escribir al smartphone. Las nuevas técnicas de cultivo no se quedarán atrás.
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