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Desinflando el hype de los nómadas digitales

De un tiempo a esta parte se habla mucho de los nómadas digitales, profesionales capaces de trabajar desde cualquier localización gracias a la mejora de la tecnología. Si uno busca el concepto en Google, lo primero que verá son escenas de playa con un portátil. La idea, romántica pronto se desmonta: ¿no les molesta el resol?

¿Dónde enchufan el portátil? ¿Cómo consiguen que no se caliente? ¿Cómo hacen para que la arena y la humedad no les moleste? ¿Cómo hacen para ver la pantalla? Resulta evidente que los nómadas digitales no van a la playa a trabajar. Pero, si no es ahí, ¿dónde? ¿De verdad pueden trabajar deslocalizados? La tecnología lo permite pero, ¿es cómodo?

¿Qué herramientas necesitas para ser un nómada digital?

Según el catálogo no oficial del movimiento, una playa soleada y un portátil, con complementos opcionales como sombreros de paja. Es broma, por supuesto. Si pudieras trasladar tu trabajo a otro lugar del mundo, necesitarías más o menos las mismas herramientas que usas actualmente.

  • Ordenador sobre el que trabajar;
  • smartphone como herramienta multiusos (cámara, agenda, teléfono,…);
  • red de datos estable, ya sea fibra óptica u otra;
  • electricidad.

El concepto de nómada digital apoyado por la tecnología y surfeando un violento mar laboral incluso ha inspirado perfiles laborales como el de los knomads o nómadas del conocimiento.

https://twitter.com/NoeliaLara04/status/1053341641526919168

Quizá la herramienta más relevante, y la que ha permitido el teletrabajo, el coworking y finalmente el nomadismo digital, es internet. Ante una emergencia, muchos podríamos dormir una semana en casa de un conocido y usar su mesa de comedor como despacho, siempre y cuando tuviese internet. Aunque hay límites, como la concentración.

Trabajar en mitad del barullo

En el primer capítulo de la serie documental Abstract, de Netflix, el ilustrador Christoph Niemann habla sobre la concentración en su trabajo. Menciona un gran ventanal de Starbucks donde se sienta a ver la gente pasar. Antes de llegar a Nueva York, Niemann siempre había pensado “Ese es el sitio donde quiero sentarme y mirar”.

Intentó trabajar un par de veces en esa ventana. “El artista en contacto con la ciudad”, pensó. Sin embargo, describe cómo el impacto en su trabajo es nulo, e incluso confunde y distrae a partes iguales. Esa misma gente que pasa y no deja de moverse no constituye una fuente de concentración, precisamente, sino lo contrario. Gente moviéndose y hablando, el golpe de la cafetera, los pitidos de los taxis amarillos…

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De cara a trabajos mecánicos, como el que puede tener un ebanista o un camarero, desarrollar nuestra profesión en entornos dinámicos no constituye un problema. El tipo de trabajo que uno hace delante de un ordenador —escribir estas líneas, sin ir más lejos— requiere un grado de concentración importante. Es decir, somos fácilmente distraibles.

Incompatible, por tanto, con la playa, la idílica escena de la cafetería o trabajar en un banco en la calle. Esto no significa que  los nómadas digitales sean un mito, solo que son más racionales y trabajan desde una mesa con servicios de internet, electricidad y unas condiciones mínimas de confort.

Coworking y habitaciones de hotel

Buena parte de los trabajos creativos no requieren más que un portátil, una mesa y una silla cómodas, además de los servicios de luz e internet que hemos descrito arriba. Esto significa que, durante nuestros viajes, podemos aprovechar la habitación de hotel para trabajar. Aunque no es la opción más cómoda, tampoco es descabellada, e incluso es frecuente.

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Por ejemplo, en la profesión periodística se aprovecha las madrugadas en las que se cubre un evento, o la tarde de su cierre, para escribir encerrado en la habitación, donde hay tranquilidad. Las notas de campo se toman rápidas y se digieren antes de plasmarlas en texto, vídeo, o formato de instagram stories.

Algo similar ocurre con otras profesiones. Si tenemos la suerte de trabajar media jornada para mantener nuestro nivel de vida —no es frecuente— podemos usar hoteles u oficinas de coworking locales para pasar unas horas.

El coworking es una propuesta interesante para quienes aún no tienen oficina, viajan mucho o incluso quienes ven el ahorro en compartir climatización. Tener localizado un par de nodos por ciudad puede ayudarnos a trabajar a distancia en condiciones óptimas. Un centro de estos te aportará, previo pago, todos los servicios de oficina que necesitas, impresora y baño incluidos.

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Así, uno puede trabajar hoy en Madrid, al siguiente en Valencia, al otro en Barcelona…, y tener siempre una oficina de referencia a la que acudir, ahora sí, con su portátil. La playa no es una opción inteligente, a menos que tengamos que hacer un par de gestiones con el móvil.

Teletrabajar como oportunidad real de ahorro

El teletrabajo y ser nómada digital puede, de hecho, ayudarnos a ahorrar bastante dinero si ese es nuestro objetivo. La propuesta, que a muchos puede parecer descabellada, se ha visto en eventos como el Festival de Nómadas digitales (DNX 2018) de Barcelona. Esta propuesta resuelve la pregunta: ¿por qué los nómadas digitales siempre parecen estar de vacaciones?

Además del postureo, que lo hay, hay un factor que predomina en este tipo de profesional que usa la tecnología para viajar y trabajar a la vez: se desplaza a países donde la calidad de vida —y por tanto la renta mínima y la capacidad adquisitiva— es mucho más baja que el país para el cual trabaja. Pongamos un ejemplo.

En Tailandia, el PIB per cápita cerró en 2017 en 6593 dólares americanos, mientras que en España era de 28 156 dólares americanos. Más de cuatro veces de diferencia, lo que significa que puedo pagar un hotel tailandés y vivir en él mientras trabajo en remoto para una empresa española. Así está el negocio.

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O lo que es lo mismo. Trabajando dos horas al día en Tailandia (o un día a la semana) podemos mantener la misma calidad de vida que la gente local. Trabajando dos o tres, además, ahorraremos dinero y podremos destinarlo a actividades de ocio. Por eso siempre vemos a nómadas digitales en piraguas o haciendo barranquismo.

Si, por contra, tratamos de ser nómadas digitales en Alemania, Noruega o Islandia, no nos dará la vida. Por mucha tecnología que pretendamos utilizar. Es decir, los nómadas digitales están obligados o bien a trabajar con clientes locales o trabajar con clientes en países de mayor renta.

Tecnología y economía nómada

Aunque fomentado por la tecnología y la red de datos global, esta deslocalización sigue siendo un fenómeno económico con impacto positivo en los países a los que se desplazan los profesionales. Con la inversión mínima de un espacio de trabajo, recibes la renta local de cuatro o cinco personas.

Además, la población local no tiene limitación física gracias a la red. Un tailandés, siguiendo con el ejemplo, que hable inglés fluido puede trabajar para una empresa alemana y cobrar en proporción. Este desplazamiento económico es cada vez más acentuado, aunque sigue siendo un fenómeno minoritario.

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Imágenes | iStock/martinedoucet, Jeff Sheldon, Andrej Lišakov, Shridhar Gupta, Goh Rhy Yan

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