Para cada necesidad parece haber una aplicación. Encontrar piso, alquilar un coche por minutos, dar con un restaurante a nuestra medida o gestionar mejor nuestro tiempo. Si lo hemos pensado, alguien lo ha programado previamente y subido a la tienda online. Hasta extremos insospechados, como relacionarse.
Tinder sirve para ligar, NextDoor para hablar con el vecino y iUrisify para resolver divorcios de forma pacífica. ¿Hemos perdido la capacidad de relacionarnos entre nosotros, o estas aplicaciones dan algo más? ¿Somos incapaces de hablar con el vecino, o se trata de un nuevo modo de socializar?
Parejas más estables, vía ‘app’
Las citas online irrumpieron hace años y transformaron la escena social y nuestras relaciones. Hemos pasado de conocer a nuestra pareja en el grupo de amigos tradicional a hacerlo utilizando una aplicación. ¿Esto es sano?
En su momento fue poco menos que un escándalo. El mismo artículo que hablaba de ligar por internet mencionaba palabras como “alarmante”, “errático” o “pedófilos”. Por aquel entonces, “el futuro de estas ciberparejas en el mundo real es una incógnita”.
No solo marcaba una clara diferencia entre el mundo online y offline (real/irreal) sino que ponía en duda el amor digital. Hoy sabemos, curiosamente, que duran más. Así lo demuestran varios estudios, uno de los últimos publicado por Josue Ortega y Philipp Hergovich, revisado en 2018.
Según los datos, “la fortaleza de los matrimonios producto de citas online es mayor que la de los que se casaron por la vía ‘tradicional’. Las parejas que se conocieron virtualmente se divorcian menos, y tienen menos oportunidades de romper durante el primer año, […] mientras que sus integrantes muestran un mayor grado de satisfacción [con la pareja]”.
Esto tiene cierta lógica. Mientras que las parejas tradicionales se localizan en un círculo estrecho a nuestro alrededor, las citas online lo aumentan, aumentando también el número de personas con las que somos compatibles. Es una cuestión estadística. Y de filtro, ya que ahora podemos elegirnos mutuamente. Antes, teníamos suerte si coincidíamos en la vida “real”.
Ligar a través del móvil está tan integrado que Tinder se ha convertido en un sinónimo de conocer gente. Esto no significa que ahora sea más fácil encontrar pareja, pero sí tenemos herramientas en forma de aplicación con las que estrechar el círculo en la dirección que nos interesa.
Conozco a mis vecinos gracias a una aplicación
Salvo en localidades pequeñas, la mayoría de los lectores no conocerán a sus vecinos. Hemos hecho anónimas las comunidades, y les conocemos como “el señor alto del 1ºB” o “la señora de la bata del bajo”.
“La desconfianza, los horarios laborales y la tecnología” según La Sexta, “han hecho que ya ni miremos a nuestros vecinos”. Es por eso que han surgido no pocas plataformas que nos ponen de nuevo en contacto con ellos.
Algunas de las aplicaciones más conocidas son ¿Tienes sal? en España y Nextdoor en Europa. Aunque ambas aplicaciones buscan fomentar el contacto con los vecinos, lo cierto es que ambas han derivado a redes sociales de intercambio de objetos y compra-venta. Lo cual no está mal, visto lo visto.
Pero la aparente muerte de la vida de barrio es en realidad un trampantojo. Es cierto que nos relacionamos menos con nuestros vecinos, pero gracias a la tecnología nos relacionamos más con las personas a las que sentimos cerca (aunque se encuentren lejos).
Dicho esto, estas herramientas en forma de app pueden ser un primer paso para “reciclar” vecinos en conocidos y estos en, si no amigos, sí gente cercana.
¿Una ‘app’ que te ayuda a divorciarte sin pelear?
Si hablamos de citas no podemos dejar de lado las rupturas. La sociedad está cambiando, y la frecuencia con la que rompen las parejas, a menudo con hijos, mascotas o hipotecas a su cargo, aumenta con el nivel de vida y cae en picado en las crisis. Por desgracia, divorcio suele implicar conflicto en ambos escenarios.
¿Y si pudiésemos ponernos de acuerdo para divorciarnos de forma pacífica? Es posible, con aplicaciones como iUrisify, marca España. La idea tras esta aplicación es que los matrimonios no entren en una espiral de violencia vía abogados, sino que lleguen a un consenso por sus propios medios. ¡Y funciona!
Puede que a algún lector le chirríe la idea, pero soluciones basadas en la conciliación, en lugar de lanzarse los trastos a la cabeza, son cada vez más frecuentes en otros ámbitos. Como en el empresarial, donde a la hora de resolver conflictos se contrata a un abogado común que haga de puente.
La idea es llegar a un acuerdo mutuo en paz, y es muy curioso cómo las aplicaciones solucionan problemas del día a día. Desde encontrar la ruta más corta a no enemistarme con la pareja de toda la vida con la que compartimos un hijo.
Aunque no son herramientas multifunción, resulta interesante demostrar que realizan su propósito relativamente bien. Quizá no se trate de haber perdido la capacidad de relacionarnos, sino de transformarla a las necesidades modernas. Aunque para ello hay que aprender a usar internet.
Ya encontramos pareja, empleo, ocio y transporte, entre otros, vía app, y a saber qué será lo próximo que nos sorprenda. Quizá gente con la que comer en una llamada de Skype porque ambos practicamos el teletrabajo y buscamos conversación. Quién sabe.
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