La humanidad volverá a pisar la Luna, en carne y hueso, más pronto que tarde. Las misiones Artemis de la NASA y Luna, de la ESA y la agencia espacial rusa Roscosmos, tienen como objetivo enviar viajes tripulados a nuestro satélite esta misma década. Ambas buscarán, de hecho, estudiar la posibilidad de establecer una base lunar permanente. Pero, una vez allí, ¿seremos capaz de movernos sin usar Google Maps?
Más allá de la broma, lo cierto es que la próxima década será ajetreada en la Luna. Casi todas las grandes agencias espaciales de la Tierra tienen planes para nuestro satélite. Y sean módulos robotizados, misiones tripuladas o bases permanentes, todos ellos funcionarían mejor si en la Luna existiese un sistema de navegación y telecomunicaciones similar (aunque más simple) al que tenemos aquí abajo. Y ahí es donde entra el proyecto Moonlight.
¿Qué misiones tienen como objetivo la Luna?
La NASA ya ha preseleccionado a los 18 astronautas que formarán parte de la tripulación de su misión Artemis. Será la primera en intentar volver a poner seres humanos sobre la superficie polvorienta de nuestro satélite. El primer vuelo de Artemis se producirá en noviembre de este año, si todo sale según lo previsto. Irá sin tripulación y servirá de antesala a la segunda parte de la misión. En 2023, una nave ya tripulada se acercará a la Luna por primera vez en medio siglo.
Si todos los plazos se cumplen y las cosas salen tal como están planeadas, Artemis 3 llegará en 2024. A bordo de una nueva nave espacial, que ya han bautizado como Orion, dos astronautas pisarán la superficie de la Luna. Permanecerán allí una semana recogiendo datos para entender mejor cómo se formaron la Tierra y su satélite, cuánta agua hay en la Luna con vistas a establecer una colonia humana permanente y cuántos recursos mineros puede contener nuestra compañera de viaje.
La ESA también colaborará con la misión Artemis, pero lo hará con otros objetivos. Como parte de un consorcio espacial internacional, contribuirá a desplegar la Plataforma Orbital Lunar Gateway, una especie de puerto espacial situado en la órbita lunar que servirá, entre otras cosas, de punto intermedio entre las naves terrestres y las misiones en la superficie del satélite.
La agencia espacial europea también colabora con su homóloga rusa en las nuevas misiones Luna. La primera de ellas tiene previsto colocar un módulo robótico sobre la superficie lunar este mismo año. Durante esta década, se enviarán más naves sin tripulación también con el objetivo de analizar los recursos y las reservas de agua del satélite. En algún momento todavía sin precisar, también se mandará una misión tripulada.
Japón con su misión SLIM, la India con las naves Chandrayaan, Corea del Sur y el Korea Pathfinder Lunar Orbiter (KPLO), los robots que México incluirá como parte de la misión Colmena o los nuevos viajes de la misión china Chang’e se sumarán a la lista de visitas que esta década recibirá la Luna. Todas ellas dependerán, en mayor o menor medida, de la red de telecomunicaciones y posicionamiento en la que trabaja la ESA. Una red que ha bautizado ya como Moonlight.
El proyecto Moonlight
Si cada agencia espacial tuviese que desplegar su propio sistema de telecomunicaciones vía satélite, el coste de cada misión se dispararía. En su lugar, sería mucho más sencillo contar con un único sistema y pagar por su uso. Ese es el razonamiento principal detrás del proyecto Moonlight, en el que la ESA colabora ya junto a dos consorcios formados por varias empresas satelitales y espaciales europeas.
Ambos consorcios trabajan ahora mismo en el diseño final de un sistema de comunicaciones permanente para la Luna. Uno de los equipos está formado por compañías como Surrey Satellite Technology Limited, Airbus o SES. Mientras, el otro cuenta con equipos de Telespazio, Hispasat o Argotec.
Entre las soluciones que maneja la ESA, la que parece más viable es desplegar una red de satélites situados en diferentes órbitas lunares que permitan ofrecer un servicio de posicionamiento y telecomunicaciones permanente y en tiempo real en la superficie, tanto para módulos tripulados como para rovers y otras naves robotizadas. Este servicio estaría conectado con la Tierra a través de un radioenlace capaz de transmitir cientos de megabits por segundo.
El sistema satelital posibilitaría mantener un contacto constante con la Tierra, fuese cual fuese la posición en la Luna (también en su cara oculta o en los polos). Además, haría factible el control del despegue y el aterrizaje de módulos no tripulados con precisión. Y abriría las puertas a una base permanente bien comunicada con nuestro planeta.
“Una conexión permanente con la Luna hace que la exploración espacial sea sostenible para todos nuestros socios internacionales, incluidas las empresas espaciales. Al utilizar un servicio de navegación y telecomunicaciones respaldado por la ESA para la Luna, los exploradores podrán navegar sin problemas y transmitir a la Tierra todos los conocimientos adquiridos en estas misiones lunares”, explica Elodie Viau, directora de telecomunicaciones de la ESA.
El sistema, según los planes actuales, debería estar operativo a finales de la década y coincidiría con la entrada en funcionamiento de la plataforma Gateway. Quizá más pronto que tarde haya una conexión estable entre la Tierra y la Luna y los astronautas podrán tuitear o hacer un directo en Instagram mientras esperan en órbita su turno de aterrizaje.
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