Todos nosotros tenemos la imagen estereotipada de un abogado con maletín y traje en mitad de un juicio. Nada más lejos de la realidad, la abogacía es una disciplina con muchas más salidas laborales además de gritar “¡Protesto!” en una sala. Muchas de estas habilidades están siendo automatizadas, aunque son las que menos valor aporta al usuario.
¿Qué hace un abogado? Además de defender en un juicio, revisa papeleo, aconseja al usuario, nos ayuda a negociar, redacta documentos, media en conflictos y realiza diferentes roles como gestor. Según el Foro Económico Mundial, las tareas no sociales de esta lista ya son totalmente automatizables. Veremos un mundo sin abogados humanos, al menos tal y como los conocemos.
La máquina que sustituyó a (parte) de un abogado
En noviembre de 2018 el Foro Económico Mundial se hizo eco de un estudio de LawGeek, consultora orientada al mundo jurídico. El estudio básicamente enfrentaba las habilidades de los abogados contra las respuestas automatizadas de una inteligencia artificial. No pintaba bien para los humanos.
Según el estudio, y tras poner a 20 abogados expertos contra las cuerdas, solo el 85% de los abogados humanos logró el nivel de precisión que sí consiguió el 94% de la inteligencia artificial. En su defensa, diremos que bebieron mucho más café que las máquinas.
Además de la precisión en su trabajo (nadie quiere un abogado que te redacte un documento completo al 85%), el tiempo es clave. Los abogados necesitaron una media de 92 minutos para revisar cinco acuerdos de confidencialidad. Sin embargo, para la IA solo fueron necesarios 26 segundos. Un 99,528% menos.
Según datos del estudio ‘Future of Jobs Report 2018’, también del Foro Económico Mundial, a día de hoy las máquinas ya realizan el 29% de las horas de abogacía, una cifra que nos puede resultar chocante. Después de todo, no vemos robots en los juicios, ¿verdad? ¿Dónde están las máquinas?
Esto es lo que las máquinas ya pueden hacer
Imagina una pila de documentos con decenas o cientos de casos. Para revisarlos, un abogado humano necesita formarse durante años. Es importante comprender bien la mecánica bajo la que operan los contratos. Las máquinas también requieren años para ser diseñadas, claro, pero cuentan con cierta ventaja.
El abogado humano necesita, para cada documento, un tiempo muy superior al de una máquina para empaparse del mismo. No es que ella sea más lista, sino que tiene una experiencia no de cien, mil o diez mil documentos previos, sino una enorme base de datos con millones de referencias.
Además de un procesador optimizado para procesar texto, motivo por el que quizá no haya periodistas en el futuro. El cerebro humano es bueno leyendo, pero una máquina diseñada para leer es aún mejor. De modo que es a lo que suelen dedicarse estas:
- Redactar informes en base a datos previos.
- Modificar o redactar contratos de todo tipo, usando plantillas.
- Corregir erratas, ya que son buenos buscando diferencias en conjuntos de millones de datos.
- “Trasladar” papeles, cuando firmas un documento digitalmente y llega al instante al organismo donde ha de guardarse.
Pensemos, por ejemplo, en la firma de un contrato de compra venta de un inmueble. Ahora hace falta un notario y un abogado, pero ya hay modelos que prescinden de ellos y usan sistemas automatizados de generación de contratos y notaría. Detrás hay un humano, que verifica el trabajo, pero este puede tramitar miles de documentos diarios porque un algoritmo se encarga del trabajo “sucio” de presentar, leer, y recoger los documentos.
La firma digital ha ‘robado’ horas de abogacía
Un claro ejemplo de automatización de una tarea la podemos ver en la firma digital o el envío telemático de documentos. Estas herramientas las usan ya casi todos los gobiernos, y en líneas generales hay dos tipos de contrato o documento que poder entregar online:
- el documento “abierto” que podría contener cualquier tipo de contenido;
- el “cerrado” en el que solo disponemos de una casilla para firmar con nuestro nombre.
Ambos automatizan diferentes labores para las que antes era necesario echar mano de un abogado: desde la redacción personalizada a la verificación de errores o el trabajo de gestoría a la hora de presentar el documento. Hoy día bastan unos cuantos clics. ¿Ha sustituido el ratón a los abogados?
Otro ejemplo de “robo de horas” lo vemos en aplicaciones o webs especializadas en aconsejar a clientes. Del mismo modo que hay empresas que ofrecen servicios de contabilidad automatizados, hay bufetes de abogados que operan en red con fórmulas estandarizadas, logrando con la inversión de menos horas un coste más bajo para sus clientes.
Ya hablamos de la posibilidad de relacionarnos con nuestra futura expareja a través de una aplicación. La idea era divorciarnos sin meter por medio la disputa de un bufete de abogados. La aplicación se llamaba iUrisify y su esencia radica en no tener que contratar cada uno un abogado. Es decir, una aplicación sustituye no ya el proceso de enfrentamiento, sino el enfrentamiento en sí.
Las máquinas igualarán a los abogados en 2025
Según el mismo reporte del Foro Económico Mundial, 2025 es la fecha a partir de la cual la cantidad de trabajo que realicen las máquinas en abogacía será similar a las que despejen los humanos, medido en horas de trabajo. Es decir, que la mitad de lo que hacía un abogado hace 10 años lo hará una máquina.
No hace falta hacer cálculos muy complejos para darnos cuenta de que, por regla de tres, parecen sobrar la mitad de los abogados. Pero, ¿será así? Un informe de The Law Society concluía que en dos décadas se destruiría el 20 o 25% del trabajo de abogacía. Pero no tiene por qué. Las máquinas son buenas en determinados aspectos muy particulares de determinados trabajos. Como el ejemplo de mover papeles.
¿Aporta valor un abogado cuyo trabajo del lunes es ir a un edificio a dejar varias carpetas de documentos impresos? ¿O uno que redacta un contrato estándar para pedir a dos personas que los firmen en la casilla de ‘firma’? Parece que hay metas más elevadas, como la mediación, la resolución de conflictos, el asesoramiento, etc.
Además, otra cuenta alternativa nos aporta una perspectiva muy optimista. En lugar de otorgar a cada abogado de oficio el mismo número de horas para representar al cliente, y despedir con ello a la mitad de los abogados ahora “sobrantes”, ¿qué pasaría si duplicamos el número de horas que cada uno destina a su cliente?
Sin duda, un aumento en la calidad de la representación en juicios. Más tiempo de consulta, mejores decisiones, una opinión experta mejor formada… En definitiva, un mejor trato hacia el usuario o cliente, y una mejora de su calidad de vida. De modo que nos enfrentamos a un futuro sin abogados humanos, al menos en tareas que hoy día aportan poco o ningún valor al usuario. Y a un futuro más humano del que cabría esperar.
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