En un planeta con una red Hyperloop de trenes al vacío a 1200 km/h, el virus SARS-CoV-2 habría tenido un impacto aún más devastador. La enfermedad COVID-19 podría haber paralizado rápidamente todo el planeta debido al número de contagios en pocas semanas. Por suerte, aún vivimos en “el pasado”.
Algo similar debieron pensar cuando, en 1918, la gripe española mató “solo” a entre 20 y 40 millones de personas. Los vuelos comerciales apenas habían hecho aparición, y aquello evitó que el mundo se viese sumido en una epidemia sin control. Pero, ¿qué dicen los modelos matemáticos de las infecciones?
Velocidad de la gente y periodo de incubación, parámetros de una epidemia
La epidemiología es la ciencia que estudia las enfermedades infecciosas usando, entre otras herramientas, modelos matemáticos. Todo empezó con una epidemia de cólera en Londres en 1854, y en el mapa de fallecidos que el doctor John Snow dibujó alrededor del pozo infectado.
Por descontado, hay cientos de factores involucrados en una epidemia (geografía, concentración poblacional, clima, etc.) a tener en cuenta. Pero hay dos parámetros que marcan una importante diferencia en cómo se extiende la enfermedad: la velocidad media de las personas y el periodo de incubación de la enfermedad. Hagamos un experimento mental.
Pensemos en una enfermedad como la gripe y su periodo de incubación de 1 a 4 días. Pongamos cuatro. Esto significa que si hoy es lunes y me infecto tendré los primeros síntomas entre el martes y el viernes.
También significa que llevo días paseando por ahí esparciendo gotículas con mi respiración. Si vivo en una población pequeña del siglo XVIII, probablemente todos acaben contagiados en cuestión de semanas y, sin vacunas, la letalidad sería elevada.
Pero la falta de movilidad de las personas harían difícil esparcir la enfermedad. Esto no ocurrió así durante el episodio de influenza de 1918. Había cierta movilidad mundial y los contagios fueron frecuentes. En aquellos momentos falleció entre el 3% y el 6% de la población mundial, según el CDC.
Con el SARS-CoV-2 tenemos un problema similar, pero con un periodo de incubación más largo, entre 4 y los 7 días. Significa que hay personas enfermas que han estado paseándose una semana entera (a veces dos) contagiando a otros antes de saber que estaban enfermos. De ahí lo de quedarse en casa.
A esto se suma que el avión es un importante vector de contagio que salta continentes. Es algo que sabemos desde hace décadas. Por fortuna, el Hyperloop (más rápido y asequible) aún no está ni remotamente listo.
Velocidad por periodo de incubación
Si V es la velocidad media de una población y T el periodo de incubación de una enfermedad, su multiplicación V·T puede indicarnos (de forma aproximada) cuánta gente podría contagiarse antes de detectar los primeros casos. En epidemiología se usa el factor R0 para sintetizar cifras similares.
R0 es la abreviatura de ritmo de reproducción básico del patógeno. La gripe española tenía un R0 de entre 2 y 3. Es decir, un enfermo generaba de 2 a 3 contagios durante su periodo de infección.
Aunque esto es hipotético (no hay forma de demostrarlo porque no podemos viajar al pasado), es probable que si se hubiese dado hoy este tipo de gripe española, su R0 hubiese ascendido por encima de 3. ¿El motivo? Hoy la población mundial vive en entornos mucho más densos y hay una enorme movilidad global.
Con la misma gripe, una sociedad que se desplace más rápido, visite más lugares y se encuentre confinada con otras personas en entornos más densos (barrios, colegios, transportes públicos, etc.) tendrá una mayor probabilidad de contagiarse. De haber aparecido en el siglo XV d.C., el SARS-CoV-2 podría haber tardado siglos e incluso milenios en afectar a todo el planeta.
De hecho, fue lo que ocurrió con enfermedades como la viruela, la gripe, la tos ferina, la difteria, la peste, el tifus, la tracoma, el muermo, la rabia, la gonorrea, la tuberculosis, la lepra, la fiebre amarilla, el sarampión o la sífilis. Solo cuando los barcos españoles, portugueses e ingleses llegaron a las costas americanas estas enfermedades empezaron a hacer estragos en su población indígena.
¿Cómo sería el R0 en un mundo hyperloop?
Actualmente, la velocidad media de los vuelos ronda entre los 500 km/h y los 950 km/h, en función de su tipo. Por fortuna para todos, la mayoría de los ciudadanos no nos movemos por el mundo a esa velocidad. De hecho, lo hacemos a mucha menos y en distancias que caen por debajo de los 100 km.
Es gracias a eso que, cuando la región de Wuhan quedó clausurada, el virus se contuvo durante más de un mes sin apenas contagios. Reducir la velocidad de la gente a cero es una de las medidas más efectivas para reducir el R0 y “aplastar la curva”. Pero, ¿qué habría ocurrido en un mundo con Hyperloop?
Aunque aún es ficción (como un día lo fue el avión) el sistema Hyperloop podría ser un problema para las pandemias globales. Que primero se infectara una parte del mundo y luego otra nos ha venido bien porque no todos los países demandaban ayuda al mismo tiempo. Ahora China puede ayudarnos.
Según Elon Musk, algunos viajes cortos de Hyperloop podrían costar un dólar, cantidad similar a lo que cuesta un viaje en transporte público. En un mundo en el que coger el metro cuesta lo mismo que coger un tren bala a la ciudad más cercana, la velocidad media de la población podría dispararse como ya lo hiciese con la aparición del ferrocarril, el coche o el avión.
En la actualidad, una de las barreras a la aviación masiva es el coste del viaje. Pero el sistema Hyperloop, al no tener que colocar un transporte de miles de toneladas de metal en el aire, puede permitirse el lujo de bajar precio. Y, en el futuro, quizá aumentar los contagios del próximo SARS.
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