Nanhui es una ciudad joven. Su construcción empezó en 2003 en el extremo oriental de una península que rodean las desembocaduras de los ríos Qiantang y Yangtsé, el tercero más largo del mundo. Situada a 60 kilómetros de Shanghái, albergará a 800 000 habitantes cuando todos sus barrios estén construidos. Cientos de miles de personas caminarán sobre pavimentos permeables y descansarán en parques que a la vez son barrera frente a las crecidas de los ríos. Nanhui es una de las nuevas ciudades esponjas de China.
La rápida urbanización del país asiático en las últimas décadas, unida a los riesgos climáticos cada vez más urgentes, ha provocado que las inundaciones sean cada vez más habituales en las ciudades chinas. El pasado verano, 27 provincias se vieron afectadas por el desbordamiento de más de 400 ríos, 33 de los cuales superaron niveles de crecida récord. Casi 55 millones de personas se vieron afectadas y el impacto económico superó los 20 000 millones de dólares.
De cara al futuro, las ciudades esponja son una de las grandes esperanzas del ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano-Rural. El concepto no es nuevo, pero bajo la batuta del arquitecto y urbanista Kongjian Yu ha arraigado con fuerza en China. La solución pasa por dejar de construir de espaldas al planeta e integrar las dinámicas naturales en las ciudades.
Los desafíos urbanos de China y el cambio climático
En 1980, algo menos del 20 % de la población china vivía en ciudades. Cuatro décadas más tarde lo hace el 60 %. La meteórica urbanización del país más poblado del planeta ha generado muchos desafíos desde el punto de vista de las ciudades. En muchas ocasiones, los diseños urbanos se hicieron sin tener en cuenta las particularidades de cada territorio e incluso sin planificar las infraestructuras subterráneas con las que deben contar los asentamientos.
Tal como recoge el paper ‘Transitioning to Sponge Cities: Challenges and Opportunities to Address Urban Water Problems in China’, esto ha provocado que muchas ciudades chinas, incluyendo sus megaurbes, tengan hoy un problema con el agua. Por un lado, existen cada vez más episodios de sequía y escasez. Por el otro, las inundaciones son cada vez más habituales.
Beijing, la capital, es quizá el caso más paradigmático. En la última década ha sufrido varios episodios de inundaciones severas, todos ellos localizados en distritos de reciente construcción. De acuerdo con el artículo, todas las zonas afectadas tenían características similares: no contaban con infraestructura para drenar y almacenar agua y, además, habían eliminado los sistemas hídricos naturales de evacuación y retención, como ríos y lagos.
Esta problemática se está viendo agravada por otro desafío de origen humano: el cambio climático. Por un lado, el ascenso de la temperatura provocado por el efecto invernadero está haciendo que aumente el nivel del mar, tanto por el derretimiento del hielo como por la expansión del agua al calentarse.
Por otro, tal como recoge el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), los episodios meteorológicos extremos se agravarán en todo el planeta. Asia, y en particular la costa este y sur, verán incrementado el riesgo de inundaciones durante la temporada de lluvias y de sequías durante las estaciones secas.
Una ciudad esponja como solución
Las raíces de la idea de las ciudades esponja se hunden en la planificación urbanística de Asia. Proyectos aislados como el de la urbe india de Hyderabad o la ciudad de Vihn en Vietnam fueron los pioneros. Sin embargo, fue en 2013 cuando China convirtió su desarrollo en una prioridad nacional. La idea era trazar un plan para que la naturaleza se convirtiese en una aliada del desarrollo urbano, para crear ciudades capaces de resistir inundaciones y retener el agua para tiempos de escasez.
En 2015 se seleccionaron las primeras 16 ciudades esponja piloto; y en 2016 se sumaron otras 14 áreas urbanas, entre las que estaban zonas del área metropolitana de Beijing y Shanghái, como Nanhui. De acuerdo con la guía para la construcción de ciudades esponja publicada por el Gobierno chino, el objetivo final es que las urbes del país minimicen el impacto de las inundaciones al tiempo que retienen el 70 % del exceso de agua.
Una de cada cinco áreas urbanas debía estar preparada para ello en 2020, aunque no hay datos actualizados al respecto. Para el final de la década, el 80 % de las zonas urbanizadas deberá contar con infraestructuras que le permitan cumplir con estos objetivos. Para entonces, China podría ser un país de ciudades esponja. Pero ¿cómo funcionan exactamente?
La teoría desarrollada por el arquitecto Kongjian Yu se basa en los principios de adaptación local, urbanismo centrado en la naturaleza y control de las fuentes de agua. El diseño de estas ciudades persigue utilizar una combinación de medios naturales y artificiales para lograr urbes más habitables, saludables y resistentes. Las acciones concretas que pueden tomarse se estructuran en tres pilares.
- Protección de los ecosistemas urbanos naturales. Es decir, abandonar la destrucción de los ecosistemas que forman parte de los sistemas hídricos originales de la zona, como ríos, canales y lagos. Deben protegerse también las zonas con vegetación y un suelo saludable que sirvan como sistema natural de filtrado del agua.
- Restauración ecológica. Estas medidas persiguen recuperar, en la medida de lo posible, las barreras naturales que fueron destruidas en el proceso de urbanización. Son, por ejemplo, la construcción de humedales artificiales que retengan agua durante las inundaciones y sirvan de parques en la estación seca o el despliegue de corredores ecológicos que protejan las ciudades.
- Medidas legislativas para asegurar que, en el futuro, la construcción de nuevos edificios e infraestructuras no afectará a la capacidad de retención y almacenamiento de agua de los ecosistemas urbanos.
¿Y cómo se ha traducido esto sobre el terreno? Volvamos a la desembocadura del Yangtsé. En Nanhui es cada vez más habitual la presencia de pavimentos porosos que dejan pasar el agua hacia el subsuelo, de donde se recupera mediante sistemas naturales de drenado y se almacena en cisternas. Las azoteas verdes y permeables se han multiplicado sobre los edificios de la ciudad. Y muchas calles y carreteras urbanas cuentan con acequias en uno de sus márgenes, con más capacidad de recoger agua que una alcantarilla.
Este tipo de proyectos se han multiplicado en China. Algunos ya se han puesto a prueba. Zhuanghe, situada al norte del país, cerca de la frontera con Corea del Norte, sufrió la visita del tifón Bavi en 2020. En menos de un día cayeron 131 milímetros de agua. A pesar de que ya era la octava tormenta tropical que llegaba a la ciudad en el año, la parte esponja de la urbe no sufrió inundaciones ni apenas desperfectos.
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Imágenes | Unsplash/Theodor Lundqvist, Jerry Bao