¿Sabías que la producción de energía es la actividad que más CO2 emite? ¿O que la industria papelera impacta más que la que fabrica maquinaria industrial? Las emisiones globales de gases de efecto invernadero, por desgracia, no dejan de aumentar, pero no todos los sectores de actividad impactan lo mismo.
El gráfico de abajo, realizado por Our World in Data, muestra las emisiones por sector de actividad a fecha de 2016. Fueron recopilados por Climate Watch Data con base a estudios previos y, de momento, no existen datos tan precisos sobre ningún año posterior. Es una radiografía del impacto humano en el ambiente.
La obtención de energía sigue siendo el talón de Aquiles de las emisiones
Es importante destacar que el gráfico es una “fotografía” del flujo de CO2eq en 2016, es decir, no muestra acumulados históricos. Lo que sí que muestra es que la producción de energía representa, con muchísima diferencia, el mayor impacto ambiental, con un 73,2 % de emisiones asociadas. ¿El motivo? El 80 % de la energía usada en el mundo sigue siendo fósil.
La generación de energía en industria emite el 24,2 % de las emisiones GEI globales: el 7,2 % para extraer hierro y fabricar acero, el 3,6 % para producir químicos y derivados del petróleo, el 1% para tratar la comida a nivel industrial, el 0,6 % para fabricar papel. Curiosamente, la fabricación de maquinaria “solo” libera un 0,5 % (menos que papel y pulpa, que se queda con un 0,6 % del total).
El hecho de transportar bienes o personas emite el 16,2 % de los gases de efecto invernadero, con foco en el 11,9 % del transporte en carretera (extraordinariamente ineficiente), el 1,9 % en aviación, el 1,7 % en naval, el 0,4 % en tren (altamente eficiente) y el 0,3 % a través de tuberías. Para reducir las emisiones habría que dejar de lado buena parte del transporte aéreo y por carretera.
Los edificios registran el 17,5 % de las emisiones globales, más que todo el transporte junto. Y es que construirlos cuesta bastante y, luego, consumen mucha energía durante su vida útil. En su porcentaje se puede distinguir entre edificación residencial (10,9 % del GEI mundial) y comercial (6,6 %). Una forma de reducir semejante huella es diseñar ciudades compactas y de alta densidad.
¿Cómo impacta lo que comemos?
Nunca ha sido un secreto que agricultura y ganadería acarrean grandes impactos ambientales. A bulto, que toda la biomasa del ganado humano (0,1 Gt C, gigatonelada de carbono) suponga catorce veces más que todos los mamíferos salvajes (0,007 Gt C) o que pastos y cultivos ocupen el 34 % del suelo hábil del planeta ya da alguna pista de la envergadura del “coste” de alimentarse.
Según los datos de Climate Watch Data, el impacto total de la alimentación humana supone un 18,4 % de las emisiones globales. A su vez, se divide en cabezas de ganado (5,8 %), suelos agrícolas (4,1 %), quema de cultivos (3,5 %), deforestación (2,2 %) o cultivo de arroz (1,3 %), entre otros.
El debate de comer más proteínas vegetales se abre, en parte, debido a este tipo de consecuencias, sumadas al uso de suelo, agua y otros recursos. Lo que queda claro es que impulsar una agricultura y ganadería sostenibles (las actuales rarísima vez lo son) es tan necesario como electrificar la movilidad y descarbonizar la industria.
La industria química y del cemento
La industria química apenas aporta el 2,2 % del CO2eq atmosférico y producir cemento, un 3 %. Por separado, casi como la aviación. Evidentemente, estas industrias deberían tender a cero emisiones, pero no suele ser por ello por los que se las critica. Existen muchas otras formas de contaminación y tanto la industria química como la de áridos suelen impactar bastante en ellas.
Los desperdicios generan mucho CO2
Los vertederos generan el 2 % de casi todas las emisiones de efecto invernadero, una cifra que llama la atención cuando son infraestructuras que carecen de propósito más allá de almacenar la basura que no se recicla. La materia en descomposición suele liberar metano y otros gases que calientan la atmósfera. Y esto incluye los vertederos no oficiales, como el océano: el microplástico también emite CO2.
Algo similar ocurre con el agua. En el planeta hay muy poca agua potable y, cuando se desperdicia, se ocasiona una pérdida que tiene asociada una importante huella de CO2. El motivo principal es que extraer agua es cada vez más costoso energéticamente, en parte por otras formas de contaminar que hacen inviable su consumo sin procesado.
Imágenes | Marek Piwnicki, Our World in Data, Markus Spiske
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