Los humanos somos animales. Y en tanto que animales, somos seres “naturales” o derivados de la naturaleza. Cuando vivíamos en ella tuvimos nuestro hueco ecológico, pero en el momento en que empezamos a desarrollar tecnología y a modificar el entorno, surge una dicotomía: ¿es la tecnología “natural” como extensión de nuestra biología o es algo más?
¿Es la tecnología algo natural o debe ser tomada como un elemento artificial? ¿Y qué significa que sea artificial? Como elementos emergentes, la técnica y tecnología se desarrollan cuando los humanos intercambiamos información, algo que llevamos haciendo milenios y con lo que hemos cambiado la faz del planeta. Si la tecnología es artificial, no queda mucho de “natural” en la Tierra.
La tecnología, propiedad emergente: ¿es un hormiguero algo intrínseco a las hormigas?
Al igual que analizar una hormiga dirá poco o nada sobre un hormiguero, estudiar a un humano (de cualquier época) dirá poco o nada sobre la tecnología o los logros que conseguirá con ella. Y es que la tecnología no solo deriva de las capacidades del cerebro y las manos. Para su desarrollo necesita, además, innovación. Y eso requiere gente. Mucha gente.
Solo cuando muchos humanos aparecen agrupados en asentamientos estables o rutas transitadas, y pueden intercambiar información entre vecinos y enemigos, es posible el tipo de innovación que cristaliza en tecnología. No es muy diferente del ejemplo de las hormigas: solo cuando hay muchas surge o emerge un hormiguero. Y con él, su complejidad, beneficios, estabilidad.
En este sentido, la tecnología de los humanos —otras especies animales usan herramientas básicas— y, sin duda, su avance tecnológico dependen del contacto y el intercambio de ideas. No es de extrañar que fueran los primeros asentamientos los que dieron lugar a la agricultura, que fue de los primeros sectores tecnificados junto a la construcción. Y ambos cambiaron el planeta.
Llevamos milenios cambiando el mundo con tecnología
Resulta extraordinariamente difícil detectar el punto exacto en el que la tecnología dejaría de ser algo natural para convertirse en algo artificial. ¿Usar un palo para alcanzar las hormigas es un comportamiento natural o artificial? ¿Y untar ese palo de una sustancia pegajosa para atraparlas? ¿Y diseñar un utensilio para extraer el hormiguero y acceder a las larvas?
Esos comportamientos son frecuentes en algunos homínidos, a los que consideramos naturales. Sin embargo, en la actualidad se entiende que hay una diferencia sustancial entre recolectar un fruto y cultivar un alimento transgénico en condiciones de laboratorio. Lo difícil es determinar en qué momento lo natural pasó a ser artificial, especialmente con los últimos datos disponibles.
Un reciente estudio publicado en la revista PNAS ha demostrado que los seres humanos han modificado casi toda la naturaleza durante los últimos 12.000 años. En otras palabras, toda la “naturaleza” que ves a tu alrededor tiene detrás su acción antrópica, y no solo en los últimos siglos. Todo, desde los complejos ecosistemas boscosos a los desiertos, pasando por los campos de cultivo. Y esto incluye las especies y sus relaciones ecológicas.
Durante esos milenios, hemos modificado el entorno mediante tecnología, a menudo extinguiendo especies (fuimos los humanos los que eliminamos la megafauna australiana a finales del pleistoceno, entre el 50.000 a.C. y el 12.000 a.C., aproximadamente) y arrasando por completo los ecosistemas que nos precedieron.
Aunque con relaciones ecológicas más o menos estables, un viñedo o un bosque maderero distan bastante de ser “naturales” desde el punto de vista que marcamos al inicio de este apartado. Tanto lo uno como lo otro son invenciones humanas y han hecho uso de tecnología para poder prosperar, casi siempre modificando especies según nuestras necesidades. La naturaleza ya no es tan natural.
Los humanos somos tecnología
“Sin la técnica, el hombre no existiría ni habría existido nunca”. Así abre la introducción del ensayo ‘Meditación de la técnica’ de José Ortega y Gasset, quien ya hacia 1930 plantea en sus cursos un hecho hoy difícil de negar: sin tecnología, los seres humanos seríamos animales silvestres no muy diferentes a otros homínidos a los que consideramos poco inteligentes.
El punto de partida de Ortega y Gasset es que la técnica (aplicación de la ciencia y las artes) no solo es intrínseca al ser humano, sino que ha ayudado a conformar lo que somos. El ejemplo más frecuente usado para marcar esta distinción son las historias reales similares a ‘El libro de la selva’, lo que ocurre cuando un Homo sapiens sapiens es apartado de la civilización en su infancia.
Sin técnicas como la transmisión del lenguaje, la vestimenta o el uso de dispositivos, el mismo animal capaz de efectuar operaciones de compra-venta de activos desde su tablet o de operar a corazón abierto usando un robot en la otra punta del mundo no es más que un animal salvaje, muy alejado de la idea de ser humano con el que nos sentimos más identificados y que continúa con paso firme su evolución.
Es posible que la tecnología sea algo artificial, aunque esto implicaría que las personas también lo somos (ciborgs aparte). Si de verdad existe una dicotomía entre el humano y la tecnología, este humano no ha llegado hasta nuestros días. Como aquellos entornos que hemos modificado en base a nuestras necesidades, hace tiempo que el humano no tecnológico se extinguió.
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