A menudo hablamos de tecnologías disruptivas que cambian de forma abrupta nuestra sociedad. Internet, teléfonos móviles, redes sociales… Con cada nueva invención se generan enormes áreas de trabajo y, sin embargo, llevamos una vida no muy diferente de la de hace unas décadas, salvo por el factor tiempo.
Hubo un tiempo en que buscábamos información preguntando al más culto. Luego echamos un ojo a las enciclopedias y últimamente usamos internet para consultar datos. El aprendizaje parece haber cambiado, pero solo se ha hecho más veloz. Nos mueve la misma curiosidad, y seguimos buscando.
Velocidad, el factor relevante en tecnología
Los videojuegos de planificación estratégica, esos en los que amplías la mina para ganar +1 metal/segundo, son un buen ejemplo de cómo la tecnología conforma nuestra sociedad. Seguimos sacando hierro bajo tierra, pero la diferencia con respecto al pasado radica en la velocidad.
Con cada nivel de tecnología en áreas tan diversas como la educación, la sanidad o la industria añadimos un factor de velocidad minúsculo. Un 0,01% de avance que repercute más bien poco en nuestra vida. Como ejemplo, podemos pensar en cómo los vehículos ganaron en velocidad durante el siglo pasado.
De 60 km/h hemos pasado al límite de seguridad de 120 km/h, y eso significa que ahora tardamos menos en llegar al otro lado. Pero no hemos dejado atrás las vacaciones o los viajes de trabajo. Solo los hacemos más rápido. Siguiendo con el mercado laboral, internet tampoco nos trajo grandes cambios en la oficina.
Sí, es cierto que antes trabajábamos usando CD y ahora todo lo almacenamos en la nube. E incluso que hubo un tiempo en que teníamos un cuarto en cada oficina con montañas de cajas en las que se guardaba el trabajo y hoy basta con pulsar sobre el floppy disk ?. A veces, ni eso.
Dicho esto, el trabajo en sí apenas ha cambiado, aunque sí tenemos más tiempo para destinarlo a aquello en lo que somos buenos. Hemos compactado el almacenar un documento en un clic de ratón, y el tiempo ganado se lo dedicamos a trabajar. Llamamos a esto productividad, pero seguimos picando la mina.
¿En qué usas tecnología tú?
Para probar este aumento de velocidad sin un cambio significativo en el impacto sobre el día a día, podemos echar un ojo a nuestras respectivas vidas. Que levante la mano quien ha dejado de trabajar debido a la tecnología. O quien tenga un robot que le facilite la limpieza doméstica más allá de un dron aspirador.
El aspirador robótico es sin duda interesante. Nos ahorra muchas horas al año de barrer, aunque no ha modificado sustancialmente nuestra forma de vivir en casa. Seguimos limpiando la casa los humanos durante los fines de semana, y el robot apenas nos ahorra 5 minutos en esta limpieza general.
Seguimos teniendo televisión y vamos a comprar al mercado. Nosotros, no nuestro robot. Unos pocos han cambiado una pantalla grande por otra más pequeña, la del móvil, y en lugar de consumir emisión en directo se dedican a ver contenidos en streaming, pero ni siquiera estos son siempre nuevos.
Friends, la serie de 1994, sigue siendo uno de los contenidos más vistos de Netflix según ‘The Binge Report’. Rara es la semana que baja del TOP 5, y es una serie de hace más de 24 años. En TVE Cuéntame cómo pasó sigue marcando tendencias, 17 años después de su primera emisión. Aunque ahora es accesible con el streaming A la carta.
Con respecto al mercado que mencionábamos, alguno lo sustituyó en su momento por el supermercado, y los más modernos por la compra online. Pero, ¿quién ha dejado de comprar y preocuparse por los alimentos que tenemos en casa? ¿O de cocinar? La diferencia vuelve a radicar en la velocidad. +1 de metal.
¿Movilidad disruptiva? No esta década
De vez en cuando, una tecnología sobresale sobre las demás, o un conjunto de ellas cambian de forma gradual el modo en que vivimos. El uso del jabón o la invención del retrete se encuentran entre ellas. Ambas lograron hitos importantes en higiene y calidad de vida. ¿Qué hay de la movilidad?
El vehículo eléctrico tiene más de un siglo de recorrido y, sin embargo, sigue sin despegar. No es la única tecnología que no termina de arrancar, e incluso hubo muchas que fueron anunciadas a bombo y platillo como que iban a cambiar el sistema. No lo hicieron, claro.
Con todas las ventajas que tiene el vehículo eléctrico frente a los sistemas actuales, daría la sensación de que la gente se lanzaría a por él. Pero no ha sido así. Su penetración en el mercado avanza, pero es lenta. En los núcleos urbanos más poblados vemos el mayor movimiento, aún minoritario.
Incluso si viene acompañado de un modelo compartido, conectado y autónomo, sería raro que la “movilidad disruptiva” supusiese un cambio significativo en nuestras vidas. La generación de nuestros padres trabajaba ocho horas diarias, al igual que nosotros. La movilidad disruptiva nos llevará al trabajo más rápido, pero no quitará horas a nuestra jornada.
Tampoco ha desbancado internet a la universidad. Cuando los primeros cursos MOOC fueron anunciados, se habló de un cambio en el sistema educativo. La gente sigue acudiendo a clase, y los MOOC se han convertido en un complemento interesante. Más rápido, +1 de metal, pero sin cambios radicales.
Adiós al papel, hola a las pantallas
La misma velocidad se ve reflejada en los sistemas de trabajo. Hoy muchos de nosotros usamos Word o sistemas similares a la hora de redactar informes. Te daré una noticia devastadora: la primera versión de Microsoft Word data de 1983 y, aunque es cierto que ha habido mejoras sustanciales, la base no cambió.
Seguimos yendo a la oficina a escribir texto en Word, pero sin hacer uso de disquetes de arranque. Lo cual, de nuevo, aporta velocidad, pero no un cambio en los hábitos. Asimismo, el uso de papel no deja de decrecer a nuestro alrededor porque lo tenemos todo almacenado en la nube, pero no hemos dejado de trabajar.
Arriba podemos ver una de las últimas piezas tecnológicas destinadas al consumidor medio. El Lenovo Yoga es un convertible sobre el que es posible escribir y dibujar como si de un folio se tratase. Esto minimiza los errores y hace más fácil volver atrás (velocidad). Sin embargo, no hemos dejado de escribir.
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